Cada vez está más difícil conversar/conectar
No sé si esto me pasa sólo a mí, pero siento que cada vez más las conversaciones son monólogos que se alternan, en lugar de ser verdaderos intercambios entre las personas. Quizás yo haya entendido mal las cosas, pero creía que en una conversación es importante la escucha del otro, y nuestra respuesta, de alguna manera, tiene que integrar aquello que nos fue dicho. ¡Cuánto más enriquecedora es una charla si nuestro interlocutor es capaz de problematizar nuestras convicciones! ¿Acaso no es maravilloso cuando alguien nos da un punto de vista diferente sobre un asunto que nos hace descubrir nuevos aspectos insospechados? Porque tanto si uno modifica lo que pensaba, o por el contrario lo reafirma, ambas operaciones tienen valor a la luz de lo que el intercambio puso en movimiento en nuestra subjetividad.
En este sentido, se me viene a la mente la imagen de mis años de alumna de teatro. Una premisa fundamental de la escena es que uno debe reaccionar a los estímulos que presentan los compañeros. Un ejercicio en particular es muy ilustrativo al respecto. Consiste en una ronda donde cada persona es una "puerta" detrás de la cual hay una propuesta. El compañero que está en el medio debe "abrir alguna puerta" y adaptarse a la propuesta del compañero. Ejemplo: Yo estoy en el medio, abro una puerta y mi compañero me dice: "Al fin llegaste, hace tres horas que te espero, ¿trajiste lo que te pedí?". Entonces lo que yo debo hacer es aceptar (diría yo "abrazar con entusiasmo") la propuesta del compañero y responder en consecuencia... "No, hubo un problema, llegó la policía y le dispararon a Tito" ó "Sí, acá está la medicación, pero te va a salir el doble de lo que te dije" ó algo así, ¿se entiende? Algo donde lo que propone la otra persona se ponga en juego y se problematice. Pero muchas veces el que está en el medio está pensado que quiere improvisar sobre una infidelidad, por decir algo, y entonces responde: "No sé de qué me hablás, pero te vi salir del hotel con Juanita". Aquí lo que sucede es que el que abre la puerta (el del medio) quiere poner en escena su propia propuesta, por lo que niega la del compañero y sigue adelante con la suya. ¿Esto no pasa últimamente todo el tiempo, en todos los ámbitos?
Pareciera que ya no nos escuchamos, que lo único que nos interesa es lanzar al aire nuestra opinión, independientemente de quién tengamos adelante. Me voy a valer de un caso típico híper esteriotipado: nos subimos al bondi y el único asiento libre es al lado de una "viejita". De repente, el colectivo frena bruscamente y el chofer lanza un improperio contra un motoquero. Uno por dentro piensa: "Por favor que no me hable la señora". ¿Qué hace la señora? Expresa su opinión, OBVIO. Y no de cualquier manera, claro. Lo hace levantando la voz para que todos la escuchen y voltea la cabeza buscando la complicidad de alguien. "Ay, estos jóvenes de ahora que piensan que pueden hacer lo que quieren. Son unos irresponsables". Ok, hasta ahí todo bien. Uno la mira, le sonríe. ¡ERROR, ES UNA TRAMPA! Ahora la habilitaste para que te diga TODO lo que quiere. "Qué la juventud, qué la inflación, que la Presidente, qué en mi época, bla bla bla". Ningún tema queda afuera de una opinóloga de esa clase. Ahora bien, NO IMPORTA LO QUE UNO DIGA, la señora va a seguir diciendo lo que piensa, como si fuera sorda a nuestras palabras. Por ejemplo: "Disculpe, señora, pero creo que el chico de la moto hizo una maniobra porque lo encerró un auto. Estaba andando despacio, tenía el casco, no fue irresponsable", ponele. Respuesta probable: "¡Será el único! Ahora a los jóvenes no les importa nada, bla bla bla...". Listo, se cagó en tu visión de las cosas, nunca quiso conversar, sino decir lo que pensaba y ya. ¿Les suena una situación de este tipo? Entonces las conversaciones pasan a ser monólogos donde cada uno dice lo que quiere independientemente de lo que diga el otro. Nos rodeamos de los que piensan igual para reafirmar nuestras opiniones. Miramos los canales que se alinean con nuestro pensamiento y aceptamos como verdadero lo que se nos impone, sin pasarlo por el tamiz de la crítica. Nos encontramos en espacios virtuales. Aún cuando estamos en compañía de otros son más importantes las alertas del grupo del WhastApp, que simplemente compartir el ahora de ese momento. Rápidamente denunciamos los errores de los demás, pero somos incapaces de reconocer nuestros defectos. Y así transcurrimos...
¿Qué pasó con charlas hermosas que nos invitaban a la reflexión? ¿Dónde están esas conversaciones que nos abrían un mundo nuevo? ¿Y con las conversaciones sin palabras, qué pasó con esas? ¿Dónde descansan olvidados esos silencios sostenidos por la mirada? Quiero volver a conectarme con un otro diferente a mí. Quiero volver a habitar un espacio de encuentro donde tu singularidad me modifique. Quiero abrir una puerta y ver qué hay detrás, aceptar la propuesta, ponerla en juego a ver por qué caminos nos lleva, recrearme en la posibilidad de aprender cosas nuevas, forzarte a que salgas de tu comodidad, co-crear juntos lo que antes no tenía existencia. Cuando las pieles se tocan, algo sucede, nada vuelve a ser como antes. Lo mismo pasa cuando las almas se encuentran. En la relación con otro siempre hay una dinámica donde en un momento uno es el que propone, y en otro uno es el que acepta y se deja modificar. Nunca vamos a poder crecer, ser mejores personas, más conscientes, si cerramos la puerta a ese momento único de conexión con el otro. Ya hemos dejado que la razón (irracional) se imponga en nuestras relaciones. Quizás sea hora de volver a comunicarse con el corazón, para ver qué pasa entonces. Tengo la sospecha de que si abrimos el alma para ponerla delante de un otro y dejamos que las emociones nos inunden como un torrente, podremos abrazar con amor lo que hay de diverso en los demás y re-conocer con alegría lo que hay en común.
Cuando quieras conversar, aquí estoy yo, con mi alma y un mate amargo para compartir. Te espero, aunque no en bolas como en la foto, aclaro :). Pero te espero.
En este sentido, se me viene a la mente la imagen de mis años de alumna de teatro. Una premisa fundamental de la escena es que uno debe reaccionar a los estímulos que presentan los compañeros. Un ejercicio en particular es muy ilustrativo al respecto. Consiste en una ronda donde cada persona es una "puerta" detrás de la cual hay una propuesta. El compañero que está en el medio debe "abrir alguna puerta" y adaptarse a la propuesta del compañero. Ejemplo: Yo estoy en el medio, abro una puerta y mi compañero me dice: "Al fin llegaste, hace tres horas que te espero, ¿trajiste lo que te pedí?". Entonces lo que yo debo hacer es aceptar (diría yo "abrazar con entusiasmo") la propuesta del compañero y responder en consecuencia... "No, hubo un problema, llegó la policía y le dispararon a Tito" ó "Sí, acá está la medicación, pero te va a salir el doble de lo que te dije" ó algo así, ¿se entiende? Algo donde lo que propone la otra persona se ponga en juego y se problematice. Pero muchas veces el que está en el medio está pensado que quiere improvisar sobre una infidelidad, por decir algo, y entonces responde: "No sé de qué me hablás, pero te vi salir del hotel con Juanita". Aquí lo que sucede es que el que abre la puerta (el del medio) quiere poner en escena su propia propuesta, por lo que niega la del compañero y sigue adelante con la suya. ¿Esto no pasa últimamente todo el tiempo, en todos los ámbitos?
Pareciera que ya no nos escuchamos, que lo único que nos interesa es lanzar al aire nuestra opinión, independientemente de quién tengamos adelante. Me voy a valer de un caso típico híper esteriotipado: nos subimos al bondi y el único asiento libre es al lado de una "viejita". De repente, el colectivo frena bruscamente y el chofer lanza un improperio contra un motoquero. Uno por dentro piensa: "Por favor que no me hable la señora". ¿Qué hace la señora? Expresa su opinión, OBVIO. Y no de cualquier manera, claro. Lo hace levantando la voz para que todos la escuchen y voltea la cabeza buscando la complicidad de alguien. "Ay, estos jóvenes de ahora que piensan que pueden hacer lo que quieren. Son unos irresponsables". Ok, hasta ahí todo bien. Uno la mira, le sonríe. ¡ERROR, ES UNA TRAMPA! Ahora la habilitaste para que te diga TODO lo que quiere. "Qué la juventud, qué la inflación, que la Presidente, qué en mi época, bla bla bla". Ningún tema queda afuera de una opinóloga de esa clase. Ahora bien, NO IMPORTA LO QUE UNO DIGA, la señora va a seguir diciendo lo que piensa, como si fuera sorda a nuestras palabras. Por ejemplo: "Disculpe, señora, pero creo que el chico de la moto hizo una maniobra porque lo encerró un auto. Estaba andando despacio, tenía el casco, no fue irresponsable", ponele. Respuesta probable: "¡Será el único! Ahora a los jóvenes no les importa nada, bla bla bla...". Listo, se cagó en tu visión de las cosas, nunca quiso conversar, sino decir lo que pensaba y ya. ¿Les suena una situación de este tipo? Entonces las conversaciones pasan a ser monólogos donde cada uno dice lo que quiere independientemente de lo que diga el otro. Nos rodeamos de los que piensan igual para reafirmar nuestras opiniones. Miramos los canales que se alinean con nuestro pensamiento y aceptamos como verdadero lo que se nos impone, sin pasarlo por el tamiz de la crítica. Nos encontramos en espacios virtuales. Aún cuando estamos en compañía de otros son más importantes las alertas del grupo del WhastApp, que simplemente compartir el ahora de ese momento. Rápidamente denunciamos los errores de los demás, pero somos incapaces de reconocer nuestros defectos. Y así transcurrimos...
¿Qué pasó con charlas hermosas que nos invitaban a la reflexión? ¿Dónde están esas conversaciones que nos abrían un mundo nuevo? ¿Y con las conversaciones sin palabras, qué pasó con esas? ¿Dónde descansan olvidados esos silencios sostenidos por la mirada? Quiero volver a conectarme con un otro diferente a mí. Quiero volver a habitar un espacio de encuentro donde tu singularidad me modifique. Quiero abrir una puerta y ver qué hay detrás, aceptar la propuesta, ponerla en juego a ver por qué caminos nos lleva, recrearme en la posibilidad de aprender cosas nuevas, forzarte a que salgas de tu comodidad, co-crear juntos lo que antes no tenía existencia. Cuando las pieles se tocan, algo sucede, nada vuelve a ser como antes. Lo mismo pasa cuando las almas se encuentran. En la relación con otro siempre hay una dinámica donde en un momento uno es el que propone, y en otro uno es el que acepta y se deja modificar. Nunca vamos a poder crecer, ser mejores personas, más conscientes, si cerramos la puerta a ese momento único de conexión con el otro. Ya hemos dejado que la razón (irracional) se imponga en nuestras relaciones. Quizás sea hora de volver a comunicarse con el corazón, para ver qué pasa entonces. Tengo la sospecha de que si abrimos el alma para ponerla delante de un otro y dejamos que las emociones nos inunden como un torrente, podremos abrazar con amor lo que hay de diverso en los demás y re-conocer con alegría lo que hay en común.
Cuando quieras conversar, aquí estoy yo, con mi alma y un mate amargo para compartir. Te espero, aunque no en bolas como en la foto, aclaro :). Pero te espero.
Otras conclusiones: 1) Por un instante creí que ibas a defender la posición de la viejita. Me alivió llegar al punto tras la oración. Je. 2) Supongo que ya he manifestado mi postura respecto a la estúpida necesidad de escribirle a alguien por Whatssapp cuando lo tenés enfrente tuyo. 3) Supongo que son tiempos donde todo corre a mayor velocidad, sin tiempo para oír lo que el otro ¿no estaremos nosotros fuera del contexto?. 4) Ahora "conexión" le dicen al proceso por el cuál ingresás a un servidor online para manifestar tu experiencia. Curioso caso.
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