De por qué yo festejo los “Día de…”
Ya de muy pequeña yo sospechaba de la adultez, ese período gris donde parece que la magia se esfuma en un torbellino creciente de obligaciones, y preocupaciones directamente proporcionales. El asunto de no hallarme sujeta al yugo (suave, desde ya) de unos padres que con todo derecho me decían lo que debía hacer (y lo que no) me seducía escandalosamente. Sin embargo, miraba con recelo la aparente y consistente incapacidad de los adultos de llenar el Universo de colores que no estuvieran en la paleta. Y a medida que fui creciendo, me repetí a mí misma: “ Nunca crezcas, es una trampa” . Por supuesto que eso me valió la más invalidante inmadurez, de la cual aún intento reponerme. Así y todo, sigo luchando contra el impulso de los años de empatar los días, de hacerlos, con cierta compulsión a la iteración, parecidos a los anteriores. Se me hace muy difícil, ya que mi cuerpo ha crecido (con mis obligaciones y preocupaciones directamente proporcionales) y el mundo adulto me ve y me trata com...